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Es acaso el agua, es acaso el cauce… camino y vehículo de energía y materia?

 

¿Es acaso el agua sólo materia; o sólo energía; o ambas cosas a la vez?

¿Es acaso espíritu, o acaso raíz. Es acaso cimiento; acaso savia?

¿Depende ella de nosotros; o nosotros de ella?

¿Qué toma ella de nosotros; y qué, nosotros de ella?

¿A quién pertenecen sus cauces: al dueño de la heredad; al dominio público; o a ella?

¿Acaso tiene ella entidad como para pertenecerle algo?

¿En qué cosmovisión cabe esta pregunta?

¿Qué nos enseña la füsis cuántica? ¿Es acaso viable su acceso a través de analogía?

¿Y si no lo fuera, cómo accederíamos? ¿Si con la razón no fuera, alcanzaría una caricia?

Si el bit cuántico nos habla, no de uno u otro; no de uno o cero por separado; sino de ambos a la vez; ¿cómo acceder con la razón a ello?

Si tan sólo la millonésima ava parte de la materia fuera lo que sospechamos; y el resto que la presenta fuera vacío; o algo que ni siquiera lograríamos nombrar porque la misma palabra vacío sólo regalaría sospecha de lo que no sospechamos;

qué inconveniente habría de localizar allí al cero; siendo que allí tal vez encontraría pareja que le diera Vida y fecundidad.

Si lo que brota fuera fruto de esa unión misteriosa del uno y el cero, qué inconveniente habría de cambiar un poquito nuestra cosmovisión y nuestros abordajes racionales.

Hoy está bien probado que sólo una inteligencia artificial parece en condiciones de relacionarse con los procesos de esta füsis que la razón e inteligencia humana, en parálisis completa de sus procesos delata.

Si en 25 años tendremos las primeras computadoras cuánticas operando entre nosotros, qué haremos con nuestros criterios jurisprudenciales que afirman el derecho por medio de una razón que habrá quedado perdida de su recurso analógico, frente a la enorme confianza y responsabilidad que la füsis cuántica reclama para darnos hospedaje en sus hoy crecidos misterios.

De pronto nos veremos tan pequeños, que dudo queden conceptos afines a los que hasta hoy a la cibernética asistieron.

Por ello, imaginar que pudiera merecer el apelativo de “hermenéutico”, la tarea de sopesar el peso y lugar de las palabras rescatadas de contextos con el mayor esmero, ya me resulta inmerecido premio a una labor que sólo usó de la razón para tallar verdad en un lugar en extremo estrecho;

y tan rígido, que ni siquiera a poesía ni a abismo convendría; siendo que es aquí donde la inspiración ermenéutica florecería para anticipar ese nuevo día en que la razón se rindió a cuidado amoroso.

El amor de los cauces que las aguas reflejan me hacen imposible imaginarlas que una u otro me pertenecieran.

Más bien siento que agradeceré ser amigo de los cauces y de las aguas que los riegan.

Tener dominio sobre una u otro, me parece una ilusión que no lograría sostener en intimidad sincera. Me bastaría con ser inquilino.

Permanecer junto a ellos me incorporaría sus Vidas; me descubriría sus tesoros, me alegraría los días. Y heredaría esa alegría para sembrar en mis descendencias.

Son esos los tesoros que aprecia el Hombre de campo en su soledades, que no quisiera ver interrumpidas.

Privacidad obligada de tantas Vidas, que tal vez un día empiecen a reconocer perdida. Y será de lamentar.

Pero hay acaso forma de evitar ese proceso, otro que no sea la paulatina prudencia y la gradual apertura en una dirección, que a qué dudar, luce inevitable.

Tal vez ese día, cultura sea la intermediaria, frente a tantas dudas.

Cultura es la llave que abre las puertas del hospedaje humano. Y esta füsis cuántica debe tener preparada alguna sorpresa para activar una nueva e incomparable cultura.

La palabra dominio quedará perdida en los tiempos. La palabra cuidado será la que inaugure garantía.

Cuántos pueblos hay que no conocen el dominio de la Tierra, y sin embargo la veneran.

La palabra seguridad, la palabra poder, la palabra dominio, no tienen nada que hacer en estos nuevos tiempos que la füsis cuántica inaugura.

La sinceridad interior y los comportamientos que en ella se cultivan, son la amplísima vía que no habrá de esperar a que la crean. Ya está creada.

Sólo nos resta, vivir acorde para estar a tiro de descubrirla, con la confianza natural del que no necesita esperar ese día.

No es un código de emperadores el que guía. Ni una justicia de poderosos que somete a sus sometidos al dios de sus sistemas.

Sino el paso a paso natural del que ya venera su habitat y le cuida.

Esta füsis ama el ocultarse, pues es inmanencia pura. Y si trasciende, es a través de los que la acarician en sus ánimos y en sus actos diarios.

En el agua más inmunda hoy caminan nuestras miserias. Todos los ríos y todos los arroyos y todos los arroyitos son camino de nuestras miserias.

Que no van embarcadas en barcas de una tonelada, sino en barcas invisibles,

floculando centenares de miles de toneladas de miserias que nadie las lleva,

sino esa beatífica energía del agua y lixiviada materia que la encauza, en un siglo que ha multiplicado en sus fondos y riberas, extendidas coalescensias.

Del emisario de hidrocarburos que aflora en la isla Lucha, ya han ido en camino al océano 10 Exxon Valdéz de miserias;

acumulando coalescencias en enormes áreas a punto de aflorar avulsiones centenarias.

Y todos enterados; desde conjueces de la Suprema, hasta secretarias de la Secretaria; y nadie habla.

No busquemos la barca en otro lado para seguir ocultando nuestras miserias.

Descubramos esa barca en nuestros flujos, en sus disociaciones, en sus frenos, en sus dormiciones; en toda esta miseria que descubre nuestra dominialidad y que ninguna escritura ni agrimensura revelan.

Cuando de hecho, a centímetros de la planta de los pies de poderosos señores del delta Norte, están definitivamente estancadas estas miserias.

¿De qué hablamos cuando adquirimos una de estas parcelas? ¿Sólo de lo que está a la vista? ¿Quién resistiría enterarse dónde están parados?

Riberas las hay por doquier. Y es probable que hasta que no comencemos a tirar líneas en las riberas del alma, sea inútil querer garantizar dominios.

Las dificultades en los registros dominiales  tal vez sean providencias para querer lo que nos es dado, de manera más entrañable; y así poética; y así sincera.

Francisco Javier de Amorrortu . 23.5.07

Ver estos textos por http://www.delriolujan.com.ar/agua3.html contrastados con los misterios de una molécula

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